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Ocurrió en el paddock

🍁 OTOÑO 2023. Edelweiss. Carreras, noche, clandestinidad. Barcelona. MotoGP. Amor, pasión. Celos, mentiras, chantajes. Huir, desaparecer. Piano, Mykonos, ¿perejil? Pizzas de Domino’s, Lambrusco de Mercadona. Frustración. Infiel, infieles. Golpes. Violencia. Venganza, asfalto y fuego.

Sí, algo ocurrió en el paddock. DESCUBRE MÁS 👇

Sinopsis

Dieciocho (18). Un número que se asocia con la riqueza. Puede implicar la mayoría de edad. Quizá es el dorsal de tu deportista favorito o te recuerda a la canción de Dani Martín. ¿+18? Suena a contenido para adultos.

Sin embargo, para mí, +18 son los años que me separan del amor de mi vida.

Dieciocho (18). Lo conocí a lomos de mi Honda CBR 125cc siendo el ‘copi’ (pringado) de un Toyota Supra. Era octubre, y estábamos en una carrera clandestina en el polígono de La Llana en Rubí. Pizzas de Domino’s, Lambrusco de Mercadona, Eurovisión, un piano y un cuadro de Mykonos.

Un amor +18:  sano y consentido entre nosotros; repudiado y menospreciado por el entorno.

Dieciocho (18). El caucho y la gasolina nos unieron, pero fue la vida en su versión más chantajista la que nos separó. De Castefa a Sitges, de un TFG al Mundial de Motociclismo. Nada que ver los +18 de diferencia, no.

Cambiamos caminar juntos por rodar separados, hasta que ocurrió en el paddock

Reseñas: lectoras cero ⭐⭐⭐⭐⭐

En esta ocasión, no he tenido silla donde sentarme. Ha sido un balancín, que a veces subía y otras bajaba. SARA y ÁGUEDA, ambas repetidoras. A Sara la conocí a través de mi primer libro y fue lectora cero del segundo, animándose a participar también en esta novela; Águeda, propietaria del punto de venta favorito de mis libros, El Árbol Blanco (@elarbolblancotenerife), y mi beta reader por excelencia, no me pudo acompañar por motivos personales en el proceso de escritura, pero sí que ha sido -una vez más- el Ying de mi Yang.

💬 Sara J.R., aficionada a la lectura e ingeniera informática: «Al igual que en sus otras obras, María te atrapará de principio a fin. La historia de ‘OCURRIÓ EN EL PADDOCK’ es intensa y sorprendente, capaz de llevar al lector a través de un torbellino de emociones en tan solo dos líneas. Además, aborda temas controvertidos de manera cercana y realista, sumergiéndote en las vidas de los personajes desde el inicio. Con una trama adictiva y giros inesperados, mantiene la intriga en cada páginas. Te enganchará y sorprenderá «.

MIL GRACIAS. 

Prólogo

Sabía que no debía estar allí, pero estaba.

Apenas había cumplido 17 años y ya montaba a lomos de una Honda CBR 125 R. Regalarme una moto fue la forma que mis padres encontraron de solventar su constante ausencia y acallar la culpabilidad de su conciencia. Siendo una adolescente, me pareció una estrategia cojonuda. Ganábamos los tres.

Aquella noche mi madre había salido de fiesta con sus amigas y mi padre viajaba por negocios. Vamos, lo de siempre. Aburrida, chateaba por Messenger. Entre alertas de conversaciones, notificaciones de inicios de sesión y zumbidos, un colega del St. Paul me habló de una quedada de coches a las afueras de Barna. A él le daba pereza ir, pero a mí me pudo la curiosidad: cambié mi pijama polar por el frío cuero del mono Alpinestars y me enfundé mi casco. A morir por Dios.

Callejeé por Rubí hasta que el ronroneo de los motores me guio a la avenida de La Llana, junto a la riera. Menudo ambientazo. El más tonto tenía un Saxo VTS tuning. Había material del bueno. Era viernes de carreras y los propietarios de cuatro carracos brutales se jugaban un suculento montoncito de billetes de 500 €: un Toyota Supra, un Nissan GTR R34, un Mercedes SLK 32 AMG y un Honda S2000. ¿Alguien da más? Canelita en rama, señoras y señores.

Carrera ilegal | Lawrence K. Ho (Los Angeles Times)

Sabía que no debía estar allí, pero estaba.

Me colé entre el gentío, descubriendo que mi moto era el único vehículo de dos ruedas entre los presentes. Apagué el motor, me apoyé en el tanque de gasolina y decidí mantenerme con el Shoei puesto, protegiendo no solo mi integridad física, sino también mi identidad. No podía permitir que me reconocieran.

Además, no había mujeres y sentía que daba mucho el cante. A ver, sí que vi alguna novieta del machito de turno, la amiga soltera en busca de cacho y seguro que habría más de una despistada; pero, a decir verdad, no encontré una tía que vibrase con el rugir de las máquinas; aparte de mí, quiero decir. Los petardazos de los turbos eran música para mis oídos; el olor a caucho, una fragancia embriagadora. A día de hoy, las mujeres ya somos casi la mitad de la afición; pero, hace unos años, se nos consideraban “machonas”, “marimachos” o incluso “lesbianas” si te veían rondar por ambientes de motor. Puro pensamiento cromañón.

El espectáculo iba a comenzar. El improvisado público dedicó vítores, silbidos y aplausos a los cuatro protagonistas que ya se montaban en el interior de sus automóviles. Hubiese vendido un riñón al mercado negro por participar en esa competición callejera, por ilegal que fuese. A segundos de arrancar, animé el cotarro cortando gas con mi pequeña fiera de 125 c.c., 4T y 13 ¿cv? (o ponis, whatever) con escape Mivv. También quemé rueda o, al menos, lo intenté; provocar una ligera humareda blanquecina con un Michelin 100/80-R17 tiene mérito. Dame una MotoGP™ y te genero una niebla digna de cubrir Silent Hill. En cualquier caso, recibí el calor de los asistentes en los preliminares del banderazo de salida.

Ensordecedor. ¡Guau! Acojonante, te lo juro. Fue mi primera experiencia en las calles, antes de volverme la fucking reina de los tinglados así. Pero, en ese preciso momento…

Policía | Michael Förtsch

Sabía que no debía estar allí, pero estaba.

Siendo honesta, ninguno de los que estábamos debía estar. Y eso la poli también lo sabía. Las luces azules y el eco de las sirenas eclipsaron el escándalo de los coches. En un parpadeo, los Mossos d’Esquadra habían rodeado al Nissan y el Mercedes, en su aspiración por salir de ahí a toda costa, se subió a la acera y reventó los bajos. A la gente le dio por correr sin orden ni sentido. De repente, se creó una avalancha de personas histéricas que empujaban y eran empujadas por igual; caían al suelo y se pisaban unos a otros. Tenía que irme si no quería acabar pintada en el asfalto como un paso de cebra… o, peor: detenida.

Me ajusté la cremallera del mono y retiré la pata de cabra de la moto. Bajé la visera de mi casco y metí la primera marcha. Justo antes de darle al puño del acelerador, escuché el derrape del Honda S2000 que esquivaba con éxito una cadena de pinchos metálica que la pasma había extendido a lo ancho de la avenida rubinense. Sin embargo, el Toyota Supra que rodaba a su rebufo no pudo evitar caer víctima de la trampa policial. El conductor abandonó con premura el vehículo por el lado derecho, subiéndose de copiloto al S2000. Lo gracioso fue que del Supra salió otro pibe, incrédulo al ver como su amigo desertaba en el biplaza de un rival.

Los agentes habían conquistado en escasos minutos nuestra parcela poligonera y yo tenía que irme, pero… Me supo mal por el pringado del Supra. Encaramada bajo la cúpula, cambié mi rumbo y frené en seco junto al Toyota.

—Vamos, colega. Sube que te llevo —le insté a montarse a mi espalda.

—No puedo. ¿Y el coche? —se lamentaba de verlo con los cuatro neumáticos reventados.

—¡Qué le follen al coche! Tu colega se ha pirado y a ti te van a trincar los Mossos por empanado —anuncié, observando con nerviosismo el entorno bajo mi casco—. Va. O subes o vete reservando suite en chirona.

El chaval resopló resignado. Bueno, tan chaval no era. Pensé que sería un pibito descerebrado de veintipico, pero el fulano tenía sus años. Entiéndeme, no era un yayo fugado de su residencia, aunque -según mi cálculo mental- sí que podía doblarme la edad. Moreno, un poco más alto que yo, ojos azules y vestido con traje. Parecía un pijales de Sant Cugat jugando a ser macarra en los suburbios de Rubí. O un vendeseguros haciéndose el agosto en grupo diana.

—Pero, ¿tú qué edad tienes? —quiso saber desconfiado.

—17, ¿algún problema? —contesté con displicencia. Odiaba que me juzgaran por mis años en este mundo.

—No, no, solo es que… —Su voz se fue apagando, entendiendo que, aunque fuese una abuela en tacataca o una cría en patineta, yo era su única posibilidad de fuga—. ¿Y este cacharro es seguro? —preguntó con un tono despectivo que me tiró para atrás. Tan atrás que casi lo dejo ahí sin remordimientos.

—Primo, baja un cambio y déjate de buscar pegas que te estoy salvando el culo. Capisci?

Le tendí la mano; él la aceptó.

—Gerard —se presentó.

Agárrate fuerte, Gerard.

Personajes

EDELWEISS, protagonista de OCURRIÓ EN EL PADDOCK y su narradora. Edelweiss Moix, nacida en Suiza en julio de 1991 y residente en la ciudad de Barcelona 📍 Es hija única de Judit y Théo Moix, de ‘Moix Logistics’; una familia demasiado ocupada en amasar dinero y poco interesada en demostrarse afecto.

‘Edel’, amante del motor, se ha hecho a sí misma. De espíritu libre y alma rebelde, es única para meterse en líos 💥 Bastante caprichosa y, por lo tanto, inconformista y perseverante. Le da mil vueltas a todo en su búsqueda constante de respuestas. Aunque al principio se evidencia egoísta, hace autocrítica y trabaja en encontrar su mejor versión. Además es entregada, no solo a sus proyectos, sino con las personas que quiere ❤️

Arranca la historia con 17 años y vamos creciendo con ella hasta que supera la treintena. Descubriremos que su pasión por el motociclismo de alta competición la lleva a fundar ‘Emme Café Racing MotoGP’, una escudería satélite de Suzuki en el Mundial de la categoría reina. Edelweiss forma parte de la familia del paddock donde ocurrió todo.

 

GERARD Y VINCENT, dos vértices del triángulo de OCURRIÓ EN EL PADDOCK. Una historia de dos generaciones distintas con más de dos décadas de diferencia. Dos países, España y Francia. Dos trabajadores del paddock de MotoGP, médico y piloto. Dos protagonistas. Madurez, experiencia; juventud, energía.

Una competición privada, una carrera de dos adversarios. Una meta, dos intereses.

Localizaciones y línea temporal

BARCELONA: 2008 – 2021

OCURRIÓ EN EL PADDOCK no solo transcurre en el paddock de MotoGP. Barcelona es el epicentro de la historia, pero su protagonista procede de Suiza y forma triángulo amoroso con un español y un francés (aunque suene a chiste de bar 🤣). Además, a través de ellos, conocemos diferentes lugares del globo 🌎: desde Doha a Ervidel, pasando por La Sarthe y Valencia.

Gracias a un exhaustivo proceso de documentación, que incluye mi propia experiencia, podrás viajar tú también con los personajes y disfrutar (o no) de cada uno de los rincones. ¿Te vienes conmigo? ✈️ No solo cogeremos aviones, también coches y motos, por supuesto.

 

Arrancamos OCURRIÓ EN EL PADDOCK en octubre de 2008. Arrancamos en sentido literal. Te subes a la moto, te colocas el casco y viajas. Como si de una carretera sinuosa se tratase, alcanzarás agosto de 2021. Vivirás 13 años en 350 páginas en las que… ocurren muchas cosas. Alguna de ellas, en el paddock.

 

🛒 Puntos de venta

Mención especial y agradecimiento a la librería «El Árbol Blanco» en La Laguna (Tenerife) por convertirse en el punto de venta físico referente para la adquisición de OCURRIÓ EN EL PADDOCK.

Además, podrás comprar tu ejemplar en Amazon en formato físico y digital; el libro está inscrito al programa Kindle Unlimited. 

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TU CARRITO